08-09-2015

Quiero ser artista por Fernando Santillán

Ser artista

Por Fernando Santillán en 7.50 a Retiro.

 

Quiero ser artista, de Pablo Ottonello, y editado por Tenemos Las Máquinas, es una muy buena colección de cuentos de un chico del que vamos a leer mucho. Son seis cuentos en los que se repiten dos tópicos: la cuestión del arte, de ser artista, de cuándo somos artistas; y el sexo, la pareja, la infidelidad.

En "Kovacic" vemos el contrapunto entre dos cineastas: el narrador es un cineasta comercial y el otro un artista, al borde de la locura o del otro lado, que cree haber descubierto la bacteria de la poesía del cine. En "Quiero ser artista", una pareja joven que se dedica al cine hace turismo en un set y el chico se cruza con un actor famoso, con un artista. Artista, parece decirnos, se es y no se es al mismo tiempo todo el tiempo. Como dice un personaje de ese cuento: "A veces creo, dice Olga, que el arte es tener trabajo en el arte" (p. 70) y en otra conversación que "El arte es tener tranquilidad económica" (p. 72).

"Fundar un sexo" y "La gleba" son el reverso de la misma cuestión milenaria. En el primero un hombre casado se bambolea al borde de la infidelidad y en el segundo se pregunta si la mujer le es fiel. "La gleba" tiene una estructura especial: es un fluir de conciencia de una sola oración de cinco páginas, y se lee fantásticamente bien. En los dos hay una prosa muy poética, un cuidado del lenguaje y un juego con las palabras que es realmente muy especial. Si lo leés y escribís te pasa un poco como el autor: querés ser artista. Por ejemplo, en "Fundar un sexo" leemos: "Mostraste la cabeza de la copa y tiraste un chorro para que las gotas cayeran hacia el interior con una lentitud de dibujitos, una ecografía cayente, derramada en su cosa de gota y de uva". (p. 53) (Ottonello también tiene apuntes culturales divertidos, y el humor está siempre presente, como cuando dice que el "Sic Itur Ad Astra" es "un colegio patricio donde las familias con plata de zona norte mandaban a su cría a que aprendiera sus primeros argumentos de macroeconomía y sembraran amistad entre el mejor trigo de la Argentina." - p. 82)

"Comprar crema" es de alguna manera un poema que une los dos tópicos de los cuatro cuentos anteriores, un cuento sobre cómo el sexo y la poesía están en todos lados. "Amalia", el cuento que cierra el libro, parece el más distinto de todos, aunque también tenemos problemas de pareja e infidelidad. Tiene, por lo pronto, más profundidad vincular; es la historia de la destrucción de una familia y de una persona. Pero al final, quizás, no es tan distinta: una vida sin poesía, sin arte, como la de esa familia, una familia en la que no circulan las emociones, se rompe; la madre híper entrenada de ese cuento, que cree que "Cuanto más uno se entrena, más sano está, más años vive" (p. 98) resulta la prueba de lo contrario: de tan dura perdió flexibilidad y se rompe en pedazos. De nuevo, Ottonello cuenta este cuento duro con humor, como cuando dice de un personaje que "la cocaína se le fue de las manos. De las manos a la nariz." (p. 112)

En definitiva, una muy buena primera obra (publicada: sabemos que hay mucho más allí) de un muchacho de quien vamos a leer mucho.