Gustavo Fontán, el mismo director que empezó a filmar una versión de "El limonero real", tiene un proyecto: otra adaptación de una obra literaria, esta vez, de un poema de Arnaldo Calveyra, "Diario de un fumigador de guardia".
Por Diego Erlan
Gustavo Fontán, el mismo director que empezó a filmar una versión de El limonero real, tiene un proyecto: otra adaptación de una obra literaria, esta vez, de un poema de Arnaldo Calveyra, Diario de un fumigador de guardia. En 1984, Ricardo Piglia y Luis Príamo escribieron, a partir de una investigación de Nicolás Sarquís, un guión para una película que pretendía filmar Sarquís sobre la inmigración árabe en la Argentina. El título: Amalca, los hijos de Antún Nazar . Las obras inacabadas suelen habitar las pesadillas de los artistas. Anotaciones, ideas, fotogramas y proyectos se acumulan en cuadernos y memorias digitales. De eso se trata el número cuatro de la revista Las Naves. Esos materiales inéditos funcionan como “un laboratorio de la imaginación”, señalan los editores Julieta Mortati, Edgardo Dieleke y Cecilia Barrionuevo. Para ellos, “una película sin terminar permite entender las diversas formas que adquiere la escritura cinematográfica, el proceso creativo así como su contexto”. Durante el Bafici, la presentaron en el largo pasillo de la librería Norte con una mesa sobre lo inacabado en el cine y los invitados fueron tres directores: el argentino Alejo Moguillansky, el español Jonás Trueba y el estadounidense Nathan Silver. Moguillansky, el único que colaboró en este número, contó con graciosa seriedad su obsesión por los submarinos. Una vez, mientras trabajaba en Mar del Plata con su primera película, La prisionera , pudo subirse por primera vez a un submarino y filmar durante tres días. Ese material lo había perdido, pero una década después lo recuperó. “Cuando volví a verlo me reencontré con ese mundo quijotesco de los submarinistas, militares un poco absurdos como Quijotes bajo el agua” y se le ocurrió una película que tal vez no filme nunca: La guerra submarina . “No tengo ninguna experiencia tan interesante”, siguió Jonás Trueba, director que presentó en el festival su película Los exiliados románticos y había trabajado con esa idea de anotaciones para una película futura en su novela Las ilusiones (Periférica). Aunque aboga por hacer películas posibles, Trueba atesora una idea enorme que desarma su defensa. Admirador desde adolescente de A sangre y fuego , de Manuel Chaves Nogales, posiblemente una de las mejores novelas sobre la Guerra Civil Española que haya leído. El problema no sólo son los recursos. Hay una broma que se lanzan los directores en España: ni se te ocurra filmar otra película sobre la Guerra Civil. Y eso a Trueba quizá lo amilana. Un tema delicado también es el que nunca pudo empezar Nathan Silver. Al director neoyorkino se le ocurrió luego del 11 de septiembre de 2001. Todavía era un estudiante cuando imaginó una película que transcurriera al día siguiente y se llamara El vagabundo , como el personaje de Charles Chaplin, porque el protagonista estaría basado en su tono de comedia. El argumento, que todavía sigue en su cabeza, empezaría al día siguiente, con ese vagabundo que solía regalar flores a las personas que trabajaban en las Torres Gemelas. Y al día siguiente, entre el horror y el rescate, el vagabundo, con pasos de comedia, intenta recuperar esas flores que habían terminado desperdigadas entre los escombros. En la imaginación de Silver, la escena final sería así: el vagabundo, entre los bomberos que intentan salvar a la gente, con las flores que había rescatado. Obviamente, confesó Silver, sus amigos le recomendaron que jamás se le ocurra filmar esa película.