14-04-2013

Las Naves 1 en Con los ojos abiertos

EN EL BAFICI 2013: HAY EQUIPO Y UNA GRAN REVISTA: LAS NAVES

 

Por Roger Koza

La foto es fiel: todos la pasamos muy bien: Hernan Rosselli, Nicolás Prividera, Julieta Mortati, Mariano Llinás, Andrés Di Tella, Christoph Hochhäusler, en lo que fue la presentación de la revista Las naves, en el marco de actividades del BAFICI 2013.

Me parece un acierto el proyecto de Rosselli y Mortati: los cineastas toman la palabra y se ven obligados a pensar el oficio de hacer películas.

En este número hay textos de Prividera, Llinás, Di Tella y Hochhäusler (los que están en la foto), pero también de cineastas como Kormakar, Denis, Benning, Fontán, entre tantos otros. El tema central: los manifiestos; la revelación transversal, tan inesperada como sintomática, inquietud que atraviesa la mayoría de los textos: la relación del cine con lo real que, según Llinás, es el rasgo característico de la modernidad, y lo que define esencialmente el lugar de un cineasta.

Las naves, inspirada en Revólver, la revista alemana que edita Hochhäusler, ya salió. Es una gran publicación y un bello objeto. Su primer número es casi una obligación.

 

EN EL BAFICI 2013: MANIFIESTO

A propósito de la presentación de “las naves” en el BAFICI

Por  Nicolás Prividera

Amigos de las naves:

Antes que nada, les agradezco la invitación a participar del primer número de la revista. Ahora que por fin lo leo (con sus respectivos editoriales), entiendo que apunta más allá de lo propuesto originalmente por la revista alemana Revolver, que planteaba escribir un “manifiesto a pedido”. Plantean ustedes: “la ética ya no se juega en la dicotomía entre un cine financiado por capita­les privados y otro con apoyo del Estado, sino en la batalla contra la profesionalización, el academicismo y la espe­culación formal en torno a la demanda de los festivales internacionales.” Me parece sumamente importante esta caracterización, que plantea algo que inevitablemente nos toca de modo más urgente en la periferia de esa Europa que a pesar de (o por) su crisis sigue pesando en el destino del cine independiente (que no tiene su internacional” frente a esa especie de neocolonialismo cinematográfico en el que se van “descubriendo” cinematografías emergentes a explotar por un sistema de fondos y festivales que ahoga así la diversidad que predica). En ese sentido, no veo en la mayoría de los textos un “deseo de tratar de superar modelos de producción y representación agotados” por esos centros de poder (la palabra “mercado”, por ejemplo, no se enuncia ni una sola vez).

Falta identificar claramente al enemigo principal (o la “contradicción principal”, diría un marxista) como sucede en todo manifiesto. El prólogo original de Revolver expresa esa falta: “El resultado es hetero­géneo, y representa a una generación pos-pos-política que no pretende atacar al cine de los abuelos o de papá. Sin embargo, sus puños están contraídos.” Pero no sabemos contra quien se contraen esos puños. Y es eso lo que en definitiva diferencia un manifiesto de una poética. Como escribí en una ocasión parecida, en que me pidieron escribir un “manifiesto personal”, lo que me pareció una contradicción: “un manifiesto no es un credo, porque el credo apunta a la contemplación solitaria (en ultima instancia, mística), mientras que el manifiesto propone una acción social (en ultima instancia, revolucionaria). Hay que recordar entonces que los manifiestos fueron el fruto de una modernidad que soñaba con crear lo nuevo, mientras que hoy lo nuevo se vende como producto de esa modernidad fallida o inconclusa (no es igual, claro, pero el resultado es el mismo): la Vanguardia se convirtió en Museo antes que la Revolución en Fin de la Historia. Y hoy ya nadie cree en los manifiestos, salvo como inofensivo gesto posmoderno, como cadáver exquisito”.

Por eso, agrego ahora, sólo podemos entregar una poética personal (incluso cuando alguno firma como colectivo, lo que inevitablemente suena forzado, casi paródico). Y por eso esta crítica es antes que nada una autocrítica, por haber sido tan vago y poco taxativo en mi propia intervención. Cuando volví a leerla en el contexto de la revista me dejó insatisfecho, pensando en todo esto que aquí les escribo. Así que quisiera enmendarme con otro texto, más breve pero más incisivo, que tal vez podría leer en la presentación. Es el siguiente (el primer punto resume lo que escribí en la revista, el resto es un decantado de lo que pienso hace tiempo):

1) Un film debe ganarse su derecho a la existencia: si no se inscribe en una tradición para inquietarla, no tiene valor.

2) Un film debe reflexionar de algún modo sobre sus propias condiciones de producción: contrariamente a lo que sucede en la mayoría de los casos, debe develar las ficciones del poder (del Estado o Mercado), en lugar de contribuir a recrearlas.

3) Un film debe suponer un ideal, aunque sea utópico: debe estar dirigido a un público que deje de estar atomizado o definido por ser mero objeto de consumo y se convierta –por el acto de ver con sus propios ojos- en sujeto político. Como dice Deleuze, la obra de arte se dirige a un pueblo que falta, “que no existe todavía”.