Por María Julia Bonetto
Magalí Etchebarne (1983) es porteña y estudió Letras en la UBA. Publicó sus cuentos en varias antologías comoHistorias de mujeres infieles (2008) y El amor y otros cuentos (2011). Los mejores días (2017) es su primer libro y lo editó Tenemos las máquinas. Aquí Etchebarne se inmiscuye en los momentos decisivos de una joven treintañera, en sus relaciones amorosas y en las instancias más íntimas de la maduración personal. A través de varios cuentos, la autora pondera las historias de mujeres sabias sin omitir la poesía en cada fragmento y narra con tranquilidad y delicadeza las formas de aprender algo ante cualquier circunstancia.
El libro de Etchebarne comienza con “Otros animales”, un cuento que relata la crianza entre mujeres dentro de una familia, pero añadiendo cómo la más chica de la familia comparte su infancia al lado de un primo con el que se encontrará muchos años después en una esquina porteña. Las historias se entrecruzan para dar rienda suelta a los costados inexplorados del pasado.
En “La nuez de Adán” Etchebarne también recorre los viajes en familia, las discusiones y los desayunos de verano. Paola y Ezequiel son novios y vacacionan con la familia de ella en Mina Clavero. El padre juega el papel de custodia del vínculo mientras se desglosan los pormenores de un romance prematuro marcado por la reglas morales de la familia tradicional.
Uno de los puntos álgidos del libro está en “Que no pase más”. Se trata de un cuento que relata las vacaciones en las sierras cordobesas de una chica con su novio, Ramón. La tensión se mantiene porque Etchebarne relata pausadamente cómo se maceran las discusiones que emergen a partir de la convivencia. Además, el ardor de las palabras y las preguntas se conjugan para finalmente precisar qué pasa cuando una no conoce tanto al otro, y cuál es la verdad que une una historia de amor.
En “Cosita preciosa” y “Tsunami”, la autora realiza un recorrido sobre las enfermedades en los seres queridos más cercanos. En estos casos, una madre contrae un tumor y pierde el habla y la memoria. Lo interesante es que Etchebarne narra los detalles de los matrimonios y de los roles asumidos por las mujeres allí.
También, en “Buena madre” y “Jinete inexperto” se desarrollan dos historias que se acercan al cuerpo de las mujeres, a las prácticas asumidas a partir de allí: cuerpo-madre y cuerpo-objeto. En este sentido, los cuentos funcionan como microhistorias que cargan detalles plagados de cotidianeidad, pero también de verdad. Por un lado, Clara es madre reciente y está aprendiendo a convivir con eso. Por otro, Ana no para de comprarse perfumes caros y lencería erótica para suplantar el vacío de su soledad.
Con esto, Etchebarne se toma un bondi a los territorios del sentir y del hacer de mujeres que mutan, esperan y se mueven en dos tiempos: pasado y presente.
Por último, “Capitán” es el cuento que cierra el libro. Y es totalmente oportuno. Dos personas que están juntas hace treinta años se van a vivir al Delta. Él es un genio, impredecible, un hombre de las aguas solitarias y potentes. Ella es su compañía, su bastón, su refugio. Dos locos que no paran de robarse palabras. Así se termina el ritmo del libro, con un cuento que ensordece hasta la locura y deja ver los signos más claros de la libertad y la soledad.
Sin dudas, este primer libro de Magalí Etchebarne propone un viaje intenso que otorga sabiduría, pero de esa sabiduría que se macera con los años y la experiencia.