La química extraña de los vínculos afectivos
Por Silvina Giaganti
En El odio a la poesía, un ensayo breve y lúcido sobre las suspicacias que genera escribir versos, tanto entre poetas como entre quienes no lo son, Ben Lerner dice que nunca se escribió el poema que se le pide a la poesía: el poema definitivo, el poema universal, el que trasciende historia, tiempo y espacio. Y agrega que afortunadamente no se escribió, y que habría que dejar de fingir que alguna vez llegó a existir algún poema que hablara en nombre de todos.
Los mejores días de Magalí Etchebarne es un libro de cuentos que tampoco, por suerte, pretende hablar en nombre de todos. Se trata de mujeres que hablan y piensan, llegan a revelaciones, actúan, observan, fallan, vuelven a descubrir. Es un tratado particular sobre las relaciones amorosas, los vínculos de sangre, la tracción laboral a sangre, la infancia en barrios perdidos y el amor a la madre, a los hombres y a los perros. Un ensayo específico sobre las cosas que no encajan como encaja una vértebra sobre otra: “Sos algo lindo, pero un error” le dice el chico a la chica que ama en Que no pase más, uno de los mejores cuentos de los grandes cuentos de Los mejores días.
A veces, la belleza de lo que no sucede, o de lo que sucede a medias es insuperable, y la autora de Los mejores días logra de manera insuperable llenar de esa belleza que es sabiduría las historias de cada cuento, una sabiduría que llega como una descarga por medio de la metáfora. Los mejores días logra conmover y logra la inteligencia, y logra que nos vayamos del libro modificados por lo que leímos.