Soledad Urquia (Córdoba, 1983) viajó un año por la India y a partir de esa experiencia escribió su primera novela, un relato iniciático en clave de crónica de viajes.
Por Julieta Correa
La protagonista de Mamá India (Tenemos Las Máquinas) es Soledad, ingeniera química de unos treinta años que está en crisis con su trabajo, su familia y su pareja. Escaparse de todo y buscar respuestas son dos buenas razones para hacer un viaje largo y ella decide pasar un año en la India. Pero esto lo sabremos más adelante. Cuando la novela comienza, Soledad lleva un tiempo instalada en un pequeño pueblo de peregrinaje espiritual. Allí medita, lee y, entre descripciones coloridas de los personajes y el lugar, va deslizando detalles de su vida y su viaje.
Soledad saca un pasaje al otro lado del mundo en busca de respuestas sobre el amor, la vida, el sufrimiento. O, como bien dice Gabriela Massuh en la contratapa: va en buscar de aquello que buscamos los occidentales en Oriente: sentido. La historia transcurre en un pueblo cuyo nombre no se menciona, dominado por una Montaña sagrada. Allí conoce maestros espirituales, indios sonrientes, occidentales desesperados por un nirvana express.
"También hay muchos europeos con delirios místicos, yanquis siguiendo la última tendencia new age, gurúes que se levantan a todas sus discípulas más o menos lindas, personas que confunden la crisis de los cuarenta con un despertar espiritual y hombres y mujeres con trastornos psicológicos graves: depresión, paranoia y esquizofrenia".
Pasaje a la India
Es el relato de un viaje que muestra un cruce entre culturas muy personal, sin ironía ni solemnidad, distinto de otros libros de crónicas sobre la India que pueden leerse como una especie de manual de instrucciones. Acá no hay recomendaciones para llegar a la iluminación, no hay dietas ayurvédicas, no hay mantras que recitar: la India es espacio, es paisaje y es personaje.
Tiene un estilo fresco, no pretende revelar ninguna verdad y eso se agradece. Hay personajes muy logrados: la madre acostumbrada a Punta del Este que la visita por un mes, Siva, un eterno habitante de la Montaña que pregona sobre los poderes curativos de la leche.
"La primera vez que se me acercó, me asusté. Tenía los dientes manchados, las uñas de las manos y de los pies muy largas, y usaba su única muda de ropa. Pero después de que me hablara un poco confié en él, no sé si por intuición, por soledad o porque me estaba tomando muy en serio el tema de la aceptación total".
Cuaderno de viaje
La autora es de General Deheza, un pueblo chico de Córdoba donde el libro es de lectura obligatoria y se convirtió en best seller. También se llama Soledad, es ingeniera y viajó por la India durante un año. Allí llevaba un cuaderno de viaje y una vez acá fue armando cuentos breves sobre distintos personajes y momentos como algo terapéutico. Al volver, sintió la necesidad de escribir para exorcizar el viaje, de ordenar la experiencia para entenderla y completó el rompecabezas de cuentos que terminó en novela.
"Estar con uno mismo es difícil: volvía a sentir en el cuerpo las palabras que más me habían dolido, el apego a la materialidad y a las personas queridas, las tendencias egoístas e infantiles que creía haber erradicado y el enojo que ni siquiera en su momento había llegado a sentir".
Es el registro de un proceso de cambio, del paso, difícil, misterioso, pero también apasionante, de la juventud a la adultez. Puede ser leído como un libro de viajes, sobre la India o de espiritualidad. Pero es, sobre todo, un libro sobre estar en crisis y no saber qué hacer. Sobre buscarse a uno mismo, enfrentar la soledad, animarse a cambiar.